en Investigación

Todos hablan de ellos, sí, pero muy pocos saben qué son y cómo se relacionan. Hay especialistas que manejan “granjas” de cuentas automatizadas. Logramos hablar con ellos, analizamos millones de tuits y te explicamos cómo funciona esta “realidad paralela”.

Cuando el presidente de la Nación, Mauricio Macri, presentó su nueva plataforma de Gobierno el 30 de octubre último más de 15 mil cuentas participaron de la conversación en Twitter. En total generaron más de 90 mil mensajes y 10 mil retuits. Pero al menos el 3% de esas cuentas -casi 600 supuestas “personas”- se comportó como un “bot” haciendo casi el 10% de los tuits totales. Y esos números están lejos de ser una excepción. Si revisamos la red durante el anuncio de la recuperación de la #Nieta125 los porcentajes de cuentas con características automatizadas son similares: 4,5%.

En el debate porteño, que organizó el canal TN el 11 de octubre último, también quedó claro, cómo se ve en las menciones de “Carrió” más adelante, que existen dos polos en la red de Twitter Argentina: uno filomacrista y otro filokirchnerista que concentran gran parte de los mensajes. Ambos tienen cuentas con mensajes extremistas que ayudan aún más a la polarización. El odio, como veremos más adelante, se tornó el combustible de esta red.

Bots, trolls, fakes, influencers y “call center”. Todos estos términos que los políticos y los usuarios se tiran por la cabeza parecen intercambiables en el debate, pero no lo son. Son bien diferentes. Desde la campaña que llevó al ex presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, a la Casa Blanca en 2008 las redes sociales forman parte de la estrategia que lleva a un candidato a ganar elecciones. Estos diez años también vieron nacer, o reverdecer, estos conceptos.

¿Cómo? Instagram y Facebook son hoy los mejores canales por cantidad de usuarios, mientras que Twitter parece ceder terreno. Pero eso no quita que, a la hora de facturar, sea posible comprar 1000 cuentas piratas en la red del pajarito por apenas 3 dólares. ¿O habría que cotizar en rublos? ¿Cuánto vale e importa ser “tendencia” en una red social por unas horas? ¿Importa realmente, si ser “tendencia” se basa en un castillo de naipes construidos por “bots”?

Antes de avanzar aclaremos el diccionario. Como veremos más adelante muchas veces estos términos no son excluyentes. Por ejemplo, un troll puede ser una persona o un bot y una cuenta puede ser creada por un humano, pero luego tener la mitad de su contenido creado por un bot. Pero de qué hablamos cuando hablamos de cada uno de estos conceptos:

¿Qué es un bot? Una cuenta en una red social (en general, Twitter) cuya generación de contenido es automatizada. Cuando actúan en conjunto se le suele decir granja de bots. Rara vez son influyentes, pero sí ayudan a generar trending topics -los temas que Twitter considera “calientes” en cierto momento y destaca en su plataforma- o generan “ruido” acerca de un tema.

¿Qué es un troll? Alguien enfocado en acosar, criticar o antagonizar de manera provocadora y despectiva. La palabra originalmente refiere a desagradables personajes folclóricos que viven en las cavernas escandinavas. El paralelismo con el troll online se da por su supuesta antisociabilidad. Los mensajes negativos son los que más reacciones generan en Twitter (aunque estos perfiles son claves también en foros y comentarios de medios online), por este motivo los trolls sí logran el cometido de influir, pero como veremos más adelante lo hacen entre los “convencidos”. Por la forma en la que agreden es difícil encontrar, por ahora, bots que sean trolls efectivos. Según un paper canadiense de 2014 que analiza el sadismo online, el 5,6% de los usuarios reconocía disfrutar «trollear».

¿Qué es un fake? Son cuentas que se hacen pasar por otra persona, en general alguien reconocido con el fin de generarle seguidores que creen estar siguiendo a la persona real. Esto se hace por entretenimiento, para molestar o para luego poder vender la cuenta a un tercero que le cambia el nombre y se queda con miles de seguidores. Hay especialistas que consideran «fake» también a las cuentas anónimas.

¿Qué son los influencers (pagos o no)? Estas cuentas generan un impacto mucho mayor que las normales, son multiplicadores que ganaron relevancia llevando su prestigio del mundo offline (tv, radio, diarios, deporte, arte, etcétera) al online o directamente se trata de nuevos referentes nacidos en el ya no tan nuevo mundo online (youtubers, bloggers, tuiteros, entre otros). Muchas, sin aclararlo, publicitan a cambio de dinero productos de consumo masivo y, a veces, hacen lo propio con políticos.

Uno de los problemas a la hora de poner la lupa sobre esto es la informalidad en la que se maneja y lo poco tajante que son las definiciones. Para esta investigación, Chequeado habló con varias personas con experiencia en generar granja de bots: todas se ampararon en el off the record y dejaron claro que su servicio, que puede cobrarse varios cientos de miles de pesos, no suele dejar huella fiscal. Suele ser facturado como “servicios de comunicación” o algo similar. Nadie quiere dejar por escrito que contrató a una empresa para criticar a su oponente o, simplemente, generar un trending topic que lo posicione como alguien con más poder del que tiene.

Otra capa de complejidad se agrega a las ya nombradas: una persona real puede por momentos comportarse como un troll (criticando con saña a otra persona) aunque unos minutos antes haya compartido una amable foto suya con su mascota. A su vez, esta persona puede tener un bot conectado a su cuenta. Hay muchas opciones gratuitas o económicas para publicar cierto contenido, como el tiempo o los títulos de algún medio o blog.

Tras hacer el análisis previo sobre una cuenta, quizás se logra saber como veremos más adelante si es una cuenta automatizada o una persona real, pero comprobar si lo hace porque tiene “puesta la camiseta” de determinado partido o idea o porque recibe dinero es muy difícil. Hay casos en ambos polos y este medio también supo de varios casos en los que se atacaba en una interna a miembros del mismo partido.

Como se verá más adelante hay dudas sobre la eficiencia de estas campañas fuera del relativamente pequeño círculo que “vive” en Twitter, pero esos cientos de miles de pesos son cambio chico en campañas donde un cartel en una autopista cuesta mucho más. El costo de hacerlo parece menor y, como dice el viejo adagio publicitario, “tiro a la basura la mitad del dinero que invierto en publicidad, el problema es que no sé qué mitad”.

Si bien algunas de las consultoras en la Argentina que, según pudo averiguar Chequeado, generan estos servicios son Illuminati, Nicestream y Publiquest, en sus sitios se ve poco sobre el tema. Lo más cercano al trabajo de granja de bots que muestran es lo que se llama social seeding, algo así como siembra social, que significa ni más ni menos que “plantar” el contenido del cliente en la conversación orgánica que sucede en las redes. Este contenido “plantado” en línea de acuerdo con lo que quiere el cliente -político o corporativo- puede ser automatizado (bots) o hecho manualmente, vía influencers o staff de la agencia.

Chequeado pudo ver cómo se genera una granja de bots.

Chequeado pudo ver cómo se genera una granja de bots. Vale aclarar que este es uno de los métodos, hay otros en los que, por caso, para evitar que Twitter lo detecte, se hace que un bot navegue Twitter.com como si fuese una persona. Este que explicamos a continuación se basa en la interacción de miles de cuentas, varias planillas de cálculo y un par de administradores humanos:

1- Se define la estrategia. ¿Será una campaña para atacar a alguien? ¿Se hará para hacer “ruido positivo” alrededor de un candidato? Dependiendo del tiempo con el que se cuenta, se plantea el paso a paso. El apuro en esto hace más obvio detectar quién mueve los hilos y puede llegar a ser sancionado por Twitter con el cierre de un gran conjunto de cuentas a la vez.

2-
Se compran las cuentas posibles que se quieren usar con valores que empiezan en US$ 3 por mil cuentas. Hay sitios en Rusia que venden estas cuentas. ¿Un ejemplo? BuyAccs.com. La cuenta relacionada con una dirección de mail de Gmail, menos “sospechosa” para Twitter, vale 100 veces más que la que usa una cuenta rusa.

3- En la plataforma que utilizan varios clientes se define la estrategia y se “incuban” las cuentas. Esta incubación significa pasar de la cuenta anónima a darle un nombre de usuario, un nombre y apellido, foto, bio, ubicación y, lo más importante, una manera de tuitear que incluye retuitear contenido de terceros. Chequeado vio el detrás de escena de la interfaz del administrador de estas campañas y quedaba claro que a la vez trabajaban para empresas de consumo masivo y políticos de varios colores en distintos países del mundo.

4- Esa “manera” de tuitear se define, por ejemplo, estableciendo que la cuenta “juanperez” tendrá un perfil deportivo e interesado en la política de cierto partido. Entonces la plataforma define que, por caso, retuiteará a ciertos deportistas y periodistas deportivos (que ya tienen predefinidos en una lista en un Excel ad hoc), tomará títulos de medios que cubran esos temas (también predefinidos) y le agregará antes o después una exclamación. En el medio de esos mensajes aparecerá el cliente real retuiteado o con un mensaje particular.

5-
Tras conectarse a Twitter, a través de una app específica para desarrolladores, esta plataforma puede manejar cientos o miles de cuentas desde una misma pantalla del navegador.

6- Tras lanzarse la campaña, esta misma plataforma va brindando reportes sobre el éxito o no de la estrategia.

Vale aclarar que los bots suelen funcionar mejor en Twitter. Aunque Facebook tiene otros problemas, como la gran cantidad de páginas falsas comandadas, en este momento los bots no suelen ser uno de ellos, lo mismo sucede en Instagram, también propiedad de la firma fundada por Mark Zuckerberg.

Captura cuentas rusas

Imagen del sitio que vende cuentas de Twitter. Por US$ 3 se compran mil cuentas registradas con mail ruso. Esas mil cuentas llegan a US$ 300 si el mail es Gmail donde tiene menos posibilidades de ser detectada como bot.

Eugenia Mitchelstein, investigadora especializada en medios y redes sociales de la Universidad de San Andrés, dijo a este medio que Twitter hace la vista gorda por los inconvenientes que tiene para generar nuevos usuarios. Es que la red que se hizo famosa por sus 140 caracteres tiene problemas de crecimiento mientras sus competidores en Facebook no paran de aumentar la cantidad de nuevas cuentas. Por acción u omisión, Twitter no sube la barrera para que a los bots se le dificulte su tarea. En Estados Unidos, como destaca Vox, también se cree que parte de estos problemas que fueron reconocidos por su propio CEO en 2015 se basan en que la empresa creía que parte de su ADN, sobre todo después de su rol en la primavera árabe, era ser una plataforma con altísima libertad de expresión. Eso que parecía positivo hace unos años hoy se le volvió en contra.

Dificultar la tarea de los bots no es necesariamente complejo técnicamente, aunque frenarlos sí parece una tarea titánica, y de hecho Twitter lo hizo generándole un problema a las granjas de bots. Cuando la empresa decidió pedir verificación de cuenta por el celular, esto complicó la tarea de los que fabricaban cuentas al por mayor, que debieron buscar la manera de sortear el problema. Lo lograron, como prueba el precio de mil cuentas que mostramos más arriba, pero así y todo son muchos los que creen que la red del pajarito podría hacer mucho más.

Hubo momentos en los que el equipo de un candidato en la recta final de la campaña pidió que se intensificara el tuiteo de la granja de bots. Esto provocó que Twitter los detectara y bloqueara de un momento para otro a todos. Así la agencia debió acelerar el proceso para generar una nueva granja en horas. Son los gajes del oficio de estos titiriteros digitales que operan en las sombras

En la actualidad, Twitter es el foco de una gran cantidad de reclamos en los Estados Unidos por la existencia de bots y cuentas falsas que generan ruido alrededor de la figura de las dos personas que fueron candidatos en las elecciones de ese país, Donald Trump y Hillary Clinton, y que son acusados de ser impulsados por Rusia. A fines de septiembre último, la empresa de San Francisco reconoció que había encontrado más de 200 cuentas relacionadas con Rusia y en octubre encontró muchos más de 2000.

En ese contexto, la empresa le dijo a Chequeado que no cuentan con voceros especializados en esta problemática. Esa respuesta llegó el mismo día en que sus ejecutivos testificaban frente al gobierno estadounidense por este conflicto. En el Congreso de los Estados Unidos la empresa calculó que el 5% de sus cuentas son automatizadas o falsas, explicó qué están haciendo para frenarlo y cómo llegó a esa cifra, un número mucho menor que el presentado por la especialista en tendencias digitales Mary Meeker en mayo último cuando estimó que el 50% del tráfico online mundial, no sólo en Twitter, se trataba de bots. Expertos citados por el diario estadounidense The New York Times también creen que el número dado por las empresas es bajo.

En el trabajo realizado por este medio, el número de bots en etiquetas locales como #Macri fluctúa entre 3 y 10% dependiendo de la definición de bot con la que se trabaje. A nivel mundial hay países con una actividad de bots muy baja y otros donde el peso parece ser mayor que en la Argentina. ¿Qué tuvimos en cuenta para definir qué es un bot? Alta velocidad de tuiteo (la diferencia entre 3% y 10% guarda relación con que los primeros publicaron más de 60 tuits por día y los segundos, más de 120), relación negativa entre seguidos y seguidores (en general siguen más cuentas que las que los siguen), alta cantidad de retuits y más. Vale aclarar que no hay una manera tajante de definir un bot para un estudio de decenas de miles de cuentas. De lo contrario, Twitter los encontraría de manera simple y las borraría. En la jerga académica se habla de “cuentas que se comportan como bots”. Así los trabajamos nosotros.

En el trabajo realizado por este medio, el número de bots en etiquetas locales como #Macri fluctúa entre 3 y 10% dependiendo de la definición de bot con la que se trabaje.

En este contexto, nuestro país se destaca. Desde su puesto de investigadora en la Universidad de Cambridge donde trabajó el tema, Tanya Filer, dijo a este medio que “en la Argentina hay mucho talento, muchos que aprendieron sobre este tema y mucha creatividad tecnológica. Esa cultura hacker de darse maña se lleva muy bien con esta tecnología. Hacer un bot no es algo caro, pero las reglas del juego cambian a diario“. Esto es cierto: las agencias locales con las que tuvo contacto Chequeado trabajan no sólo a nivel local sino para otros países de América Latina y España por caso. Sin embargo, pese a la inventiva criolla, esta no es una creación nacional.

Las últimas imágenes muestran bots en distintos momentos que, en principio, llevaban agua para dos partidos diferentes. Este tipo de automatización muy simple es la que los asesores ya no recomiendan, simplemente porque no es efectiva y pueden quedar fácilmente en evidencia.

Bots mundiales

Hay registros, según una investigación de la Universidad de Oxford, de que al menos desde 2010 se hacen operaciones online en redes con el fin de implantar un tema o contrariar a otro. Este estudio informa que hasta 2017 se había encontrado este tipo de actividad en 28 países. Uno de los miembros de este exclusivo club, según la casa de estudios inglesa, es la Argentina.

Sin embargo, incluso en el estudio de Oxford, poco se sabe sobre cómo actúan estos grupos que, por definición, operan en las sombras. Una de las pocas veces que se logró una aparición visible fue en 2016. La revista Bloomberg logró que uno de estos estrategas, Andrés Sepulveda, hablara en on the record, pero no logró tener pruebas contundentes para que sus supuestos clientes, asesores del presidente mexicano Enrique Peña Nieto por caso, reconocieran que lo habían contratado. Su trabajo, según él mismo describió, iba más allá de trabajar con bots: “Lidera un equipo de hackers que roba estrategias de campaña, manipula las redes sociales para crear falsas olas de entusiasmo o crítica e instaló software espía en las oficinas de la oposición para ayudar a Peña Nieto”.

La revista dice que todo el pack de servicios de Sepulveda cuesta varios cientos de miles de dólares. Más allá de la diferencia en el tipo de trabajo, en las entrevistas locales nadie reconoció hackear a un oponente, ya que los montos argentinos son mucho menores y tienen que ser divididos en dos grandes grupos. Por un lado, los militantes partidarios pueden hacer un bot de manera muy simple, incluso con herramientas gratuitas, sea este trabajo pago o no, y por el otro las agencias que se dedican específicamente a esto y trabajan para un político hoy y mañana hacen lo mismo con una marca de consumo masivo. Estos últimos, profesionalizados, son el foco de esta nota y de ellos sale el paso a paso narrado más arriba.

Carrio

Así se relacionaban las cuentas en Twitter, mediante respuestas o retuits, la noche de #DebateCapital sobre el término “Carrió”. La llamada “grieta” se ve claramente.

Una de las agencias locales que ha hecho más ruido en el mundo político es Illuminati Lab. Poco se sabe sobre ellos en la Argentina, donde Chequeado intentó contactarlos sin éxito, pero en Ecuador fueron eje de una investigación periodística en 2013, donde se los acusa de ser parte de una campaña orquestada a favor de Rafael Correa y otra en contra de la petrolera Chevron. En la misma nota hacen referencia a que la firma aparece en mails filtrados a Wikileaks en los que intenta generar una relación con la reconocida empresa italiana de hackeo Hacking Team.

Según El Universo de Ecuador, Illuminati Lab promocionaba en su sitio que había trabajado en las campañas de Enrique Peña Nieto en México y Correa en Ecuador, desde aquel momento las páginas fueron dadas de baja, pero la firma sigue diciendo, por ejemplo en LinkedIn, que «actuaron en más de 20 procesos electorales».

En su cuenta de Twitter proponen crear “estrategias inteligentes e innovadoras para gobiernos y elecciones”. La firma, con oficinas y espacio de coworking a metros del río en Olivos inaugurado en 2013 por el intendente Jorge Macri y los fundadores Carlos Ibañez y Gastón Douek, publicó en su propio blog una nota diciendo que “los ejércitos de bots y trolls crecen en tamaño, pero caen en importancia”. Pese a eso aún hoy la empresa sigue ofreciendo el servicio de creación de bots y ha trabajado en la Argentina con políticos de todos los polos, además de empresas.

Los datos

Para darle contexto local a este problema, Chequeado «grabó» a través de una herramienta que necesita cierto conocimiento técnico lo que se decía en los trending topics de Twitter por dos meses (desde el 12 de septiembre a la publicación de esta nota).

En esa “grabación” registramos no sólo los tuits, sino también las cuentas que los emitían, cuándo se habían creado, la cantidad de seguidores y los que eran seguidos por ellas. ¿Por qué? Porque ahí es donde los especialistas creen que reside la clave de qué es un bot.

¿Cómo se hizo el trabajo? Bajamos todos los tuits que formaron parte de trending topics en la Argentina en los últimos dos meses. En general, detrás de un trending topic hay uno o dos hashtags. Luego hicimos un trabajo de procesamiento para obtener la lista de usuarios y una serie de atributos de los usuarios como la cantidad de followers que tiene, la cantidad de usuarios que sigue, cantidad de tuits, likes, cuándo se creó la cuenta. Guardamos los textos de los tuits y, por otro lado, las relaciones que nos permiten entender qué cuenta es influenciadora y por otro lado se puede ver, como en el gráfico siguiente, cómo se agrupan los usuarios en distintas comunidades”.

bots Macri

Las nubes de tuits alrededor del discurso de Macri que abre la nota. En verde las cuentas con comportamiento de bot que tienen más de 60 tuits por día (y menos de 120) y en negro los que tienen más de 120 tuits por día.

Es que, si bien no se puede asegurar (por eso este trabajo es complejo), en general los bots siguen a más cuentas de las que los siguen, tuitean más seguido que la cuenta promedio (ejemplo: @elsakekita), sólo retuitean (@rafaelsanzio7) y, sobre todo cuando las granjas eran más básicas, contaban con cuentas creadas todas el mismo día.

Por otro lado pudimos acceder a un paper de futura publicación realizado por Ernesto Calvo, especialista en Ciencia Política de la Universidad de Maryland y Natalia Aruguete, investigadora de Conicet especializada en agenda mediática sobre el caso Maldonado. Allí ellos encontraron otros patrones interesantes: «En la comunidad opositora, ocho de las diez cuentas más importantes estaban verificadas por Twitter y representan actores políticos o periodísticos establecidos como @CFKArgentina, @eldestapeweb, y @FernandezAnibal. En la comunidad cercana al oficialismo, 8 de las 10 cuentas más importantes no habían sido verificadas y describen a fakes como @NunkMasKK, @elcoya77 y @atlanticsurff, conocidos por sus actividades anti-kirchneristas. La comparación entre las dos comunidades es llamativa precisamente por la cantidad de cuentas institucionales en la oposición y la casi ausencia de cuentas institucionales en la comunidad afín al gobierno».

Nube Arugete Calvo

Los 196 mil usuarios de la red que tuiteó sobre Maldonado desde el 1 de agosto al 19 de octubre y la poca relación entre ambos polos. Fuente: Aruguete – Calvo.

Tiempos de cambio

Se suele decir que la regulación llega siempre tarde frente a la tecnología. Algo parecido pasa con la discusión pública sobre bots y trolls que en los últimos meses llegó hasta el Congreso con el diputado Felipe Solá (Frente Renovador) y el jefe de Gabinete de Ministros, Marcos Peña. Allí, en mayo último, luego de que Peña dijera que Sergio Massa, actual líder político del ex gobernador de la Provincia, era “tribunero” Solá contestó:»Enfrentar la tribuna y ser tribunero es capacidad para defenderse, para convencer, y valentía para dar la cara. A nosotros no nos dan la cara. Usted nos da la cara acá y después nos insulta, pero todos los días en las redes están los trolls. Todos los días. Si Sergio Massa es tribunero, usted es trollero. Pero usted no pone la cara, la ponen los pibes a los que les pagan migajas”. Esta idea de generar agenda a través de Twitter, sin embargo parece estar pasando de moda, coinciden todos los entrevistados. Chequeado contactó a Solá y su equipo para profundizar en esta afirmación y no recibió respuesta.

Desde el Gobierno nacional, quien habló fue Guillermo Riera, subsecretario de Vínculo Ciudadano de la Jefatura de Gabinete hasta abril último (desde la Casa Rosada se pasó su contacto para hablar como voz autorizada de este tema). Riera negó en forma categórica la idea de que Jefatura cuenta con un call center de trolls y bots. “No sólo es mentira, sino que me molesta mucho que lo digan consultores en medios digitales que saben que para hacer lo que ellos dicen que hacemos se necesitan dos personas y una computadora, no un call center. Bots, trolls y más existen de todos los partidos políticos, pero son personas que lo hacen por su cuenta porque no tiene sentido invertir recursos en eso, es gritar que tenés razón”, explicó.

Ante la pregunta sobre la escala del staff de redes sociales del Gobierno y el tamaño en relación al gobierno anterior, Riera fue tajante luego de aclarar que en la Casa Rosada trabajan aproximadamente 40 personas en Comunicación vía redes sociales: “No tengo ninguna duda de que nuestra escala es más grande. El gobierno anterior se despidió en 2015 hablando de Clarín, un diario que tira unos cientos de miles de ejemplares. Nosotros sabemos, y desde hace al menos cuatro años hacemos campaña así, que no sirve ese discurso y esa vía de comunicación no es tan clave como parece”.

Pese a las idas y vueltas entre políticos de distintos partidos sobre el tema, no hay denuncias específicas sobre bots en la Unidad Fiscal Especializada en Ciberdelincuencia (UFECI). “No estamos siguiendo causas relacionadas con bots. Lo que tenemos son denuncias de agresiones (amenazas, hostigamiento) a políticos a través de Internet, basadas por lo general en sus publicaciones en redes sociales; también tenemos casos de amenazas y hostigamiento a periodistas por lo mismo”, aseguró a Chequeado Horacio Azzolin, titular de la UFECI.

Este tipo de acciones no está regulada por una normativa específica de Internet sino que se aplica el Código Penal, que regula por ejemplo las amenazas. “Amenazar personalmente o por Internet es lo mismo en el sentido en que es delito. Si la amenaza es anónima, la pena se agrava. Si la amenaza exige determinada prestación, la pena también se agrava”, precisó Azzolin.

Pero, ¿por qué esta estrategia de comunicación poco transparente está pasando de moda entre los asesores de políticos? Todos los entrevistados para esta nota coincidieron en que Twitter no es el mascarón de proa de una campaña digital política como lo era en 2011 y todavía para algunos en 2015. Facebook e Instagram, con varios millones de usuarios más que la red de los 140 caracteres en la Argentina, hoy marcan la agenda de qué hacer y qué no hacer. Entonces no por limitaciones éticas sino por simples limitaciones técnicas que hacen mucho más complicado generar ejércitos de bots en Facebook, el contenido automatizado deja de marcar agenda.

Todos los entrevistados para esta nota coincidieron en que Twitter no es el mascarón de proa de una campaña digital política como lo era en 2011 y todavía para algunos en 2015.

“Los bots empezaron por un malentendido”, explica Calvo a Chequeado. “La fantasía original de los partidos era que un número de seguidores se relacionaba con un número de votantes entonces invertían pensando en que un número grande se veía bien. Al poco tiempo, se dieron cuenta de que eso no funcionaba. ¿Es un engaño a los votantes? Sí”.

Eso no significa que vayan a desaparecer, pero su impacto fuera de Twitter es mucho menor que al de hace unos años. César Gazzo, ex asesor de Daniel Scioli en 2015 y consultor digital, lo dejó claro: “Este año fue muy raro ver publicidad de políticos en Twitter más allá del trending topic de cierre de campaña de Cambiemos. En 2015 era mucho más usual cruzarse con ese contenido pago”.

Lo que creen Calvo y Aruguete, quienes estudian juntos este tipo de fenómenos, es que de los bots simples se pasó a un sistema más sofisticado donde se le baja línea a influenciadores, pagos o no, para que actúen. Estos dejan una huella digital más concreta, con más impacto, pero que hace aún más difícil de detectar si se trata de algo armado o no.

En cuanto al criticado supuesto call center que tiene el gobierno actual, Mitchelstein cree que en realidad no son bots, sino el “staff que trabaja el discurso oficial en redes”. En este sentido, señaló: “Todo gobierno tiene eso. Pasaba con Cristina Fernández de Kirchner y la oposición en ese momento decía que todos eran empleados públicos usados para comunicar a favor de ella. Ahora dicen que es un call center. Eso habla de nuestra falta de confianza en la política”.

Hasta Gazzo, en la vereda opuesta de Cambiemos, dijo que no se imagina un call center dedicado a criticar a terceros. Cree que eso sí se hace, pero no desde una fila de escritorios en el corazón de la Casa Rosada como se imaginan muchos sino que forma parte de una estrategia distribuida. Esto incluiría, por ejemplo, mails, DMs o mensaje de WhatsApp que se activan en casos de no agresión como cuando en 2015 miles de cuentas alineadas con Cambiemos tuitearon #YoLoVoto. Si por un sistema similar surgen agresiones no se puede descartar. Gazzo cree que sí, pero lo difícil es probarlo. Consultado sobre qué le diría hoy a un político que quiere bots, el ex asesor de Scioli fue tajante: “Le diría que ni loco lo haga, que gaste esa plata en publicidad localizada en Facebook o Instagram donde puede llegar a un público mucho más específico y medible”.

En una charla en 2016, organizada por MESO, Gazzo contó lo bien que les hubiese venido en la campaña presidencial tener un retuit de la influencer número uno del peronismo: Fernández de Kirchner. Según él, el ex motonauta terminó la carrera al sillón de Rivadavia sin un solo RT de su supuesta líder política. A veces las redes son más transparentes que los actos políticos con sonrisas de ocasión. Más allá de lo simbólico, cualquier apoyo en redes sociales de ese tipo tiene mucho más impacto que una granja de bots.

Todo esto se da en un contexto técnico y político cambiante que hace que esta nota tenga un final abierto que seguramente habrá que revisar en el futuro. Darle un número exacto al movimiento que generan los bots en la Argentina, fuera de temáticas específicas como la que abre esta nota, es imposible teniendo en cuenta todos los grises del caso, pero, mientras Twitter siga teniendo problemas para generar mejores barreras para crear y administrar cuentas, conocer las herramientas que se utilizan y cómo se comportan éstas parece el mejor antídoto frente a estas plagas virtuales. Quizás así ayudemos a que se cumpla la primera ley de la robótica del escritor Isaac Asimov: “Un robot no hará daño a un ser humano”.

 

Este artículo forma parte del proyecto “Chequeado Investigación: Etapa II”, que cuenta con la participación del periodista de La Nación Hugo Alconada Mon como codirector de la iniciativa junto con la directora de este medio, Laura Zommer. En 2017 se publicará una decena de producciones en el sitio especial “Chequeado Investigación”. Todas estas piezas son financiadas por Chequeado gracias al apoyo de Open Society Foundations (OSF).

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Comentario

  1. instructivo,informacion relevante para educar a los jovenes,sobre los riesgos implicitos,en el mundo que estamos no es vano ,construir una etica de la inteligencia artificial,de la manipulacion genetica,y de las aplicaciones tecnologicas

  2. Excelente investigacion Valor al que se le suma no ser un medio de comunicacion de los «grandes». Felicitaciones x el rigor con que trabajan